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Posts Tagged ‘Secreto’

1. Elegir un idioma al azar

2. Elegir una frase cualquiera

3. No decir esa frase escogida entre todas, no explicarla jamás, no dejar que huya y llegue

a ser más que una frase

escogida al azar, jamás dicha ni escrita, sólo

pensada,

nacida únicamente para la ocultación, creada con el fin de no ser dada,

de no ser nunca útil,

de no ser

4. Conservar esa frase como un mantra, recordarla y saber

que no es de nadie, que un día será dicha por otro que, es seguro,

no sabrá que ya estaba

previamente venida
a mente, mas no a boca,

que el azar se cruzó con su cruzada y de pronto la frase

fue,

no suya, no del azar, no nuestra,

de ella misma

5. Sonreír

Gonzalo Escarpa

Imagen: Mujer en el mercado, 1964. Manuel Hernández Mompó

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Se lo preguntaron a Juan Eduardo Cirlot en una entrevista en 1968 :

…para que un libro exista no es preciso ni siquiera editarlo, ni aún escribirlo. Basta haberlo pensado verdaderamente. Hay placas de resonancia y de registro en el universo que tienen más valor que los oídos o las miradas del oyente y del lector, aunque éste no sea jamás desdeñable.

(…) Si publico pocos ejemplares es porque creo que, en la actualidad, es muy difícil, o casi imposible, interesar por una poética nueva, sobre todo si ésta versa sobre experiencias espirituales y no sobre problemas de la masa. La humanidad quiere convertir a los poetas en periodistas, agentes de publicidad o sacerdotes, géneros muy distintos y respetables en distinto grado. Pero el poeta no es nada de ello. Es sólo alguien que responde a preguntas formuladas por algo que se asemeja extrañamente a la nada. Y su voz tiene una resonancia que él no podría evitar, aunque quisiera. A eso se le llama hermetismo.

Tuvimos suerte, Cirlot escribió muchos libros y su obra, sobre todo el ciclo de Bronwyn, es cada vez más conocida y valorada.

Pero, ¿quién es Bronwyn?

Una tarde de verano Cirlot conoció a Bronwyn en una pantalla, en la película de Franklin Schaffner El Señor de la Guerra. Bronwyn  es un nombre de mujer, el nombre de una doncella céltica que vivió hacia el año 1000 de nuestra era en Brabante y a la que en la película da vida la actriz Rosemary Forsyth.

«Nada sucedió después del visionado de la película», dice su hija, Victoria Cirlot, en el prólogo de la editorial Siruela, ni siquiera una crítica, “pero Juan Eduardo Cirlot vio la luz de Bronwyn”. El amor de Cirlot por Bronwyn fue fértil y diverso. «Nos amábamos como ahora sólo en sueños soy capaz de amar», dijo.

Cirlot concibió su poética como una investigación del ser y también como la exploración del espacio de lo antirreal, de lo que no acontece jamás. Experimentó con permutaciones, músicas al estilo serial de Schoenberg, Berg y Webern, y practicó una poesía hermética, pero también escribió poemas diáfanos:

Mira, son las nubes

¿te subes?

El ciclo Bronwyn está formado por dieciséis libros que poco parentesco formal tienen entre sí, pues van del soneto a la poesía fonética.

Como investigador escribió estudios sobre simbología y hermenéutica medieval. Pocos libros de consulta son tan recomendables para pensar, para reconocerse o para escribir como su Diccionario de Símbolos.

Marta Sanuy

Imagen: fotograma de El Señor de la guerra.

Lecturas recomendadas:

– Bronwyn.
– Diccionario de los Ismos.
– Diccionario de símbolos.
Juan Eduardo Cirlot. Editorial Siruela

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02

¿De qué hablaban María Zambrano y Lezama Lima?

Ésa es una de mis preguntas preferidas, cada tanto tiempo intento imaginar qué se decían esos dos.

Doña María decía:

Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en que, precisamente, por la lejanía de toda cosa concreta se hace posible un descubrimiento de relaciones entre ellas.

Mas las palabras dicen algo. ¿Qué es lo que quiere decir el escritor y para qué? ¿Para qué y para quién?

Quiere decir el secreto; lo que no puede decirse con la voz por ser demasiado verdad; y las grandes verdades no suelen decirse hablando. La verdad de lo que pasa en el secreto seno del tiempo, en el silencio de las vidas, y que no puede decirse. “Hay cosas que no pueden decirse”, y es cierto. Pero esto que no puede decirse, es lo que se tiene que escribir.

Descubrir el secreto y comunicarlo, son los dos acicates que mueven al escritor.

El que escribe, mientras lo hace necesita acallar sus pasiones, y, sobre todo, su vanidad. La vanidad es una hinchazón de algo que no ha logrado ser y se hincha para recubrir su interior vacío.

Lo que se publica es para que algo, para que alguien, uno o muchos, al saberlo, vivan sabiéndolo, para que vivan de otro modo después de haberlo sabido, para librar a alguien de la cárcel de la mentira, o de las nieblas del tedio, que es la mentira vital.

Del artículo Por qué se escribe, Revista de Occidente, junio de 1934.

Marta Sanuy

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